viernes, 29 de noviembre de 2013

La fe no es un hecho privado. Homilía del Papa en Santa Marta

Artículo tomado de: http://www.news.va/


2013-11-28 Radio Vaticana
(RV).- (Con audio)  Hay “poderes mundanos” que querrían que la religión fuera “una cosa privada”. Pero a Dios, que ha vencido el mundo, se lo adora hasta el final “con confianza y fidelidad”. Es el pensamiento que el Papa Francisco ofreció esta mañana durante la homilía de la Misa celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Los cristianos que hoy son perseguidos – dijo – son el signo de la prueba que anuncia la victoria final de Jesús.
En la lucha final entre Dios y el Mal, que la liturgia propone al final del año, hay una gran insidia, que el Papa llama “la tentación universal”. La tentación de ceder a los halagos de quien quisiera salirse con la suya sobre Dios. Pero precisamente quien cree, tiene un punto de referencia límpido hacia el cual mirar. Es la historia de Jesús, con las pruebas que padeció en el desierto y después las “tantas” soportadas en su vida pública, sazonadas con “insultos” y “calumnias”, hasta la afrenta extrema, la Cruz, pero donde el príncipe del mundo pierde su batalla ante la Resurrección del Príncipe de la paz. El Papa Francisco indicó estos pasajes de la vida de Cristo porque en el trastorno final del mundo, descrito en el Evangelio, la puesta en juego es más alta que el drama representado por las calamidades naturales:
“Cuando Jesús habla de estas calamidades en otro pasaje nos dice que se producirá una profanación del templo, una profanación de la fe, del pueblo: que se producirá la abominación, se producirá la desolación de la abominación. ¿Qué significa eso? Será como el triunfo del príncipe de este mundo: la derrota de Dios. Parece que él, en aquel momento final de calamidades, parece que se adueñará de este mundo, será el amo del mundo”.
He aquí el corazón de la “prueba final”: la profanación de la fe. Que, entre otras cosas, es muy evidente – observó Francisco – dado lo que padece el profeta Daniel, en el relato de la primera lectura: echado en la fosa de los leones por haber adorado a Dios en lugar de al rey. Por tanto, “la desolación de la abominación” – reafirmó el Papa – tiene un nombre preciso, “la prohibición de adoración”:
“No se puede hablar de religión, es una cosa privada, ¿no? De esto públicamente no se habla. Se quitan los signos religiosos. Se debe obedecer a las órdenes que vienen de los poderes mundanos. Se pueden hacer tantas cosas, cosas bellas, pero no adorar a Dios. Prohibición de adoración. Éste es el centro de este fin. Y cuando llegue a la plenitud – al ‘kairós’ de esta actitud pagana, cuando se cumpla este tiempo – entonces sí, vendrá Él: ‘Y verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y gloria’. Los cristianos que sufren tiempos de persecución, tiempos de prohibición de adoración son una profecía de lo que nos sucederá a todos”.
Y sin embargo, concluyó el Papa Francisco, en el momento en el que los “tiempos de los paganos se habrán cumplido” será el momento de levantar la cabeza, porque estrá “cerca” la “victoria de Jesucristo”:
“No tengamos miedo, sólo Él nos pide fidelidad y paciencia. Fidelidad como Daniel, que ha sido fiel a su Dios y ha adorado a Dios hasta el final. Y paciencia, porque los cabellos de nuestra cabeza no caerán. Así lo ha prometido el Señor. Esta semana nos hará bien pensar en esta apostasía general, que se llama prohibición de adoración y preguntarnos: ‘¿Yo adoro al Señor? ¿Yo adoro a Jesucristo, el Señor? ¿O un poco a medias, hago el juego del príncipe de este mundo?’. Adorar hasta el final, con confianza y fidelidad: ésta es la gracia que debemos pedir esta semana”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).

miércoles, 6 de noviembre de 2013

La cultura del imprevisto nos corta la vida en pedazos

Artículo tomado de:

2013-11-02 Radio Vaticana
(RV).- (Con audio) “Muchas veces la vida es fatigosa, muchas veces trágica”, pero los esposos cristianos no “son ingenuos, conocen los problemas y los peligros de la vida” y no tienen “miedo de asumir su responsabilidad” abrazando el sacramento que no es una simple “decoración”.
Con estas palabras el Papa Francisco, el sábado 26 de octubre, saludó a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro llegados a la Ciudad del Vaticano con motivo de la peregrinación de las familias en el marco del Año de la fe. A los más de 150 mil presentes, adultos, ancianos, niños, abuelos y bisnietos, de 75 países, el Pontífice les dijo que en la vida lo que pesa de más es la falta de amor. En un mundo donde la ‘Cultura de lo provisional” “corta la vida a pedazos”, el Sucesor de Pedro pidió que tengamos coraje y apoyemos nuestra existencia en la alegría de Cristo, que no nos abandona en la pruebas ni en las dificultades.
La gracia que encontramos en el Sacramento del Matrimonio, dijo, no es “para decorar la vida”, sino para “hacerse fuerte en la vida, para tener coraje, para poder andar hacia delante”, juntos. De aquí un consejo práctico para llevar la familia adelante, tres palabras en particular: permiso, gracias y perdón. Sobre esto recordó el Papa: “los abuelos son la grandeza de la familia”, es posible superar los defectos, las pruebas, sabiéndose perdonar y buscando siempre el ‘no terminar la jornada sin hacer las paces”.
“Si falta el amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría”. Ante una plaza de Pan Pedro abarrotada de familias de todo el mundo en el marco del Año de la fe, el Papa Francisco celebró la Santa Misa el pasado domingo 27 de octubre en cuya homilía reafirmó que “la familia es levadura para la sociedad”.
“La verdadera alegría que se saborea en la familia no es algo superficial – aclaró el Pontífice – no proviene de las cosas, de las circunstancias favorables”, y “da una armonía profunda entre las personas, que nos hace sentir la belleza de sostenernos recíprocamente en el camino de la vida”. Hoy las familias están llamadas a irradiar la fe recibida, no a guardarla como “un bien privado, como una cuenta en el banco”, con los ritmos frenéticos de la sociedad contemporánea, pensando en cumplir una “carrera de la fe”.
Antes de rezar la “oración a la santa familia” por las familias del mundo, el Obispo de Roma subrayó la importancia de la oración, no “aquella del fariseo vuelta pesada por el lastre de la vanidad”, sino aquella del publicano, “la oración del pobre, agradable a Dios”. Para rezar en familia, se requiere sencillez: “rezar juntos el Padre nuestro, alrededor de la mesa, rezar juntos el Rosario, rezar el uno por el otro”.
Todos experimentamos dudas en el camino de la fe, dijo el Papa Francisco en su catequesis de la audiencia general del miércoles 30 de octubre, en que se refirió a la “comunión de los santos” e invitó a proceder en el camino de la fe con alegría, a pesar de las inseguridades.
Producción de María Fernanda Bernasconi. (hispano@vatiradio.va)
El espacio “El Papa en la semana”, se transmite los sábados en las emisiones informativas de las 17,30; 01,45 y 03,20 UTC.
2 de noviembre

viernes, 1 de noviembre de 2013

El Papa: «Dios nos lleva de la mano al Cielo, como un papá»

 Articulo tomado de: http://vaticaninsider.lastampa.it/es/vaticano/

11/ 1/2013

Francisco vuelve al Cementerio monumental de Roma a veinte años de la última visita de Wojtyla: «Hoy cada uno de nosotros puede pensar en el ocaso de su vida... ¿Lo veo con esperanza, con la alegría de ser recibido por el Señor?»

ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO


A 20 años de la última visita de un Papa al Cementerio monumental del Verano, en Roma, Papa Francisco celebró esta tarde una misa en la Solemnidad de Todos los Santos, y rezó por los difuntos bendiciendo las tumbas del cementerio de la capital italiana.

Fracnisco dejó a un lado el texto escrito que había preparado para la ocasión y comentó el pasaje del Apocalipsis de la Primera Lectura: «Recojámonos aquí y pensemos en nuestro futuro –dijo–, pensemos en todos los que nos han precedido en la vida y que están en el Señor... es tan hermosa la visión del cielo que escuchamos en la Primera Lectura. La belleza, la bondad, la ternura, el amor pleno, lo que nos espera y los que nos han precedido y murieron en el Señor están allá, y proclaman que fueron salvados no por sus obras (hicieron obras buenas), sino por el Señor».

«La salvación pertenece a nuestro Dios –añadió el Papa– y es Él el que nos salva, es Él el que nos lleva, como un papá, de la mano, al final de nuestra vida, justamente hacia aquel cielo en donde están nuestros ancestros». ¿Quiénes son estos «justos vestidos de blanco, estos santos que están en el cielo?». Sobre todo, explicó Francisco, «los santos son personas que pertenecen completamente a Dios», que fueron lavados en la «sangre del Cordero».

«Solamente gracias a la sangre de Cristo podemos entrar en el cielo, y si hoy recordamos a estos nuestros hermanos y hermamas es porque fueron limpiados por la sangre de Cristo. Esta es nuestra esperanza, una esperanza que no desilusiona. Si seguimos en la vida al Señor, Él nunca nos desilusiona». Y lo que seremos, añadió el Pontífice, «todavía no ha sido revelado; cuando Él se haya manifestado, seremos semejantes a Él. Ver a Dios, ser semejantes a Dios, esta es nuestra esperanza. En el día de los santos y antes del día de los muertos, es necesario pensar un poco en la esperanza, esta esperanza que nos acompaña en la vida».

Francisco también recordó que «los primeros cristianos pintaban la esperanza como un ancla. Y todos nosotros estamos en la orilla, sosteniendo la cuerda del ancla. Tener el corazón anclado allá en donde están los nuestros, nuestros ancestros, en donde está Jesús: esta esperanza es la esperanza que no desilusiona. Hoy y mañana son días de esperanza. La esperanza es un poco como la levadura, que hace que se expanda el alma».

«Hay momentos difíciles en la vida –dijo Bergoglio–, pero con la esperanza el alma sale adelante y dirige la mirada hacia lo que la espera. Hoy es un día de esperanza. Nuestros hermanos y hermanas están ante la presencia de Dios. También nosotros estaremos ahí por pura gracia del Señor si caminamos por el camino de Jesús. La esperanza purifica, nos hace más ligeros, nos hace más veloces...».

«En este pre-ocaso de hoy –añadió Francisco–, cada uno de nosotros puede pensar en el ocaso de su vida... cuando llegue mi ocaso, el tuyo... Todos tendremos un ocaso. ¿Lo veo con esperanza, con la alegría de ser recibido por el Señor? Esto es cristiano y nos da paz. Hoy es un día de alegría, una alegría serena, tranquila, que da paz. Pensemos en el ocaso de todos los hermanos que nos han precedido, pensemos en nuestro ocaso y pensemos en nuestro corazón. Y preguntémonos: ¿en dónde está anclado nuestro corazón? Si no está bien anclado, anclémoslo en aquella orilla conscientes de que la esperanza no nos desilusiona, porque el Señor Jesús no desilusiona».

Antes de la bendición, el Papa dijo: «Quisiera rezar de manera especial por nuestros hermanos que en estos días murieron mientras buscaban una liberación, hacia una vida digna». «Hemos visto las fotografías, hemos visto la crueldad del desierto. Y vimos también el mar en el que muchos se han ahogado». «Recemos –continuó– también por los que han sido salvados y que ahora están amontonados esperando que las prácticas se puedan resolver para ir a otros centros de acogida más cómodos».

Con el Papa concelebraron el cardenal Vicario Agostino Vallini, el viceregente Filippo Iannone, los obispos auxiliares de Roma y el párroco de la Basílica de San Lorenzo Extramuros. AL final de la Misa, Francisco rezó por los difuntos y bendijo las tumbas.

El Pontífice, a su llegada, fue recibido en la entrada principal del cementerio por el alcalde de Roma, Ignazio Marino.